Beneficios de la Caminata.


Una caminata diaria a un ritmo moderado tiene innumerables beneficios físicos y psicológicos: adelgaza, mejora la circulación sanguínea, libera estrés y tensiones, fortalece articulaciones y músculos, previene cardiopatías, artritis y otras enfermedades. Esta actividad física, es sencilla y accesible para la población en general, pues no requiere de un espacio ni equipamiento especial. Las ganas y la constancia, son suficientes para disfrutar de los beneficios de andar paso a paso.

Realizar una actividad física, aumenta el ritmo cardíaco y la respiración, con lo que se logra una mejor oxigenación del organismo. Además, como el cuerpo está diseñado para el movimiento, el sedentarismo produce más desgaste que la actividad. Nadie duda de los múltiples beneficios que el ejercicio aporta a la salud. Sin embargo, no es necesario practicar un deporte o hacer actividades extenuantes; uno de los mejores ejercicios es la caminata.

Tiempo, distancia, frecuencia e intensidad de los paseos
Lo ideal es caminar entre 30 y 45 minutos o recorrer entre 3 y 5 kilómetros con una frecuencia de cinco veces por semana. El ritmo de la marcha, debe ser superior al convencional, pero que le permita mantener una conversación con su acompañante sin notar la falta de oxígeno.

Beneficios físicos
Caminar habitualmente ayuda a controlar el peso, disminuye las posibilidades de padecer hipertensión, mejora la circulación sanguínea, desciende los triglicéridos, causantes del colesterol y aumenta el colesterol bueno, ayuda a la digestión y eliminación, incrementa el material óseo y puede resultar útil para prevenir la osteoporosis, actúa como supresor moderado del apetito y elimina grasa.

Beneficios psicológicos

La sensación de bienestar proporcionada por un paseo se prolonga entre tres y cinco horas después de finalizada la actividad, consecuencias que contribuyen en el estado de ánimo, tornándolo positivo, así como en la mejoría de la depresión y la reducción de la ansiedad, lo que se traduce en un mayor rendimiento intelectual y laboral.

El período mínimo necesario para obtener efectos saludables es de diez minutos diarios. Según un estudio realizado en Buenos Aires, el 85 % de la gente entre 15 y 69 años camina por lo menos 10 minutos seguidos al menos una vez por semana. Por esto mismo y siguiendo el consejo general de “algo es mejor que nada” y “más es mejor que poco”, se puede empezar por hacer períodos de 10 minutos cada día. El ritmo debe ser más rápido que el de caminar mirando vidrieras, con paso firme y regular, y que a la vez se pueda hablar sin que se corten las palabras. Realizar tres períodos de 10 minutos podría ser un objetivo inicial, aunque conviene saber que la mayoría de los estudios que mostraron beneficios fueron hechos con 30 minutos seguidos. No hay que olvidar hacer ejercicios de elongación en forma periódica. Unas pocas semanas bastan para mejorar los aspectos circulatorios y reducir la resistencia a la insulina, a la vez que mejoran la tonicidad. En tanto, para bajar de peso o mejorar el perfil de los lípidos se requieren algunos meses. La conveniencia de beber líquido durante la caminata, depende del tiempo dedicado a la misma y de las condiciones climáticas. En líneas generales hasta 30 minutos o mas  se podrían hacer sin necesidad de ingerir agua, salvo que se haga en pleno verano en las horas de mayor calor. Un ejercicio para todas las edades En principio no hay restricciones para ancianos ni enfermos, de hecho los cardiólogos recomiendan caminar a los pacientes coronarios o que hayan tenido by- pass. La única salvedad es que en los ancianos hay que evaluar el balance, equilibro y si existen impedimentos de tipo ortopédico. Por ejemplo si hay una artrosis de cadera importante, el hecho de caminar puede provocar dolor, por lo habría que hacer otro tipo de ejercicio, como la bicicleta fija. En cuanto a los que tienen diabetes, enfermedades cardíacas o pulmonares deberían pasar por el médico antes de iniciar un programa de caminatas. ¡Cuidado! Se debe tener precaución ante la presencia de lesiones agudas en miembros inferiores y ciertos problemas ortopédicos como artrosis de rodilla o hernia de disco lumbar, y algunas personas que tienen pie diabético. Hasta que esos problemas no se solucionen podría ser mejor cambiar a otro tipo de ejercicio.